viernes, 18 de diciembre de 2009

La iglesia y los homosexuales, Revolucion Bolivariana




La familia bajo la óptica medieval de un obispo

16 de Diciembre de 2009 | Mario Fulvio Espinoza

Según relata La Prensa de Nicaragua (Domingo 13 de Diciembre),
monseñor Silvio Fonseca dijo en homilía reciente,
que la familia presidencial promueve antivalores
morales al pretender en un futuro la unión de
homosexuales, lo que considera una ofensa para el
país que siempre ha respetado la "unión natural
del hombre y la mujer que son los únicos que
pueden fundar una familia".
Para don Silvio "la familia actual se esta
alejando del concepto tradicional (de familia) y
esto provoca la pérdida de valores como el
respeto a los padres, la procreación y la unidad
familiar", añade que esto obedece a posiciones
políticas e ideológicas que ponen en peligro la
moralidad.

"Hoy los gobiernos -dice el sacerdote- quieren
imponer un nuevo modelo de familia a través de
leyes, estableciendo una moral familiar de
acuerdo a intereses y conceptos ideológicos y
filosóficos. El nuevo modelo de familia que se
quiere imponer a través de leyes, es un peligro
muy grave para la moralidad".

Con el respeto que debo a la opinión del citado
monseñor, creo que existe una gran dosis de doble
moral en sus aseveraciones, sobre todo viniendo
del representante de una Iglesia que impide el
matrimonio a sus sacerdotes y monjas, es decir,
les veda la capacidad de construir una familia
tradicional con todos los valores que exige para
cualquier otro mortal católico o no católico.

Si a los curas y a las monjas se les prohíbe
tener hijos, eso va también contra natura y
lesiona el mandato del mismo Dios que ordenó a
Adán y a Eva el consabido "creced y
multiplicaos", mandamiento que deberían acatar
sin cortapisas las autoridades religiosas que
dependen de Roma.

Los homosexuales, por razones obvias, no pueden
engendrar una familia aunque tienen derecho a
tenerla. Eso se considera una razón muy moral
para la Iglesia pero nadie se pone a pensar que
es un delito de lesa moralidad impedir que la
tengan aquellos que si pueden engendrarla, como
son los curas y las monjas. Si se permitiera a
estos tener familia, de seguro esos núcleos
sociales estarían cimentados en todos los valores
de la tradición católica tan valiosos para
monseñor Fonseca.

Con el argumento que sólo los que engendran
pueden tener familia, monseñor está cuestionando
también el derecho a poseer una familia de
aquellas personas, que por razones biológicas, no
pueden tener hijos, y algo más grave, lesiona el
derecho de los niños huérfanos a ser adoptados
para tener un hogar.

En fin MonseñorŠ El derecho a formar una familia
no puede ser exclusivo de aquellos que pueden
engendrar, porque existen muchos que poseen ésta
facultad pero no se le ocurre formar familia.

Tómese en cuenta, además, que por su apego a la
tradición, la Iglesia Católica desconoce de
manera ramplona que la humanidad ha tenido
cambios notables que no pueden ser vistos con un
lente de la primera Edad Media, cuando la risa
era anatema y creo que aún existe el pecado de
"los malos pensamientos". ¿Por qué el
"aggiornamiento" de la iglesia no llega o cuando
llega -a retazos-, lo hace demasiado tarde?

Ese no estar a tono con los tiempos, sobre todo
en materia del amor entre humanos, ha ocasionado
a la Iglesia Católica muchos contratiempos y
dolores -que muy bien calla o disimula-, como son
los excesos carnales de muchos curas homosexuales
y pedófilos, el engendrar hijos clandestinos que
deben ser considerados ilegítimos si nos atenemos
a la moral del clero, y no pocos casos de abortos
entre religiosas, pecado condenado enérgicamente
por la misma Iglesia.

Por otra parte, la Iglesia Católica pretende
ignorar que en 1948 la ONU aprobó la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, donde se
establece que todos los hombre somos iguales ante
la ley, con los mismos derechos y sin que de por
medio existan limitaciones de sexo, raza,
cultura, lugar de nacimiento y creencias
religiosas

Estos derechos también los reconoce nuestra
Constitución Política que en su Articulo 27
establece que "Todas las personas son iguales
ante la ley y tienen derecho a igual protección.
No habrá discriminación por motivos de
nacionalidad, credo político, raza, sexo, idioma,
religión, opinión, origen, posición económica o
condición social".

¿No le parece Monseñor, que es una violación a
esos Derechos Humanos y a nuestra Constitución el
tratar de discriminar a homosexuales y lesbianas
por el solo hecho que así lo dice la Biblia?
¿Será que estas personas no son seres humanos?

En el colmo de la arbitrariedad religiosa, en la
misma Prensa los pastores evangélicos asociados
en el CNPEN, piden la cabeza del Procurador de
Derechos Humanos Omar Cabezas por haber
organizado La Procuraduría para la Defensa de los
Derechos Humanos de la Diversidad Sexual. Más
medievales que monseñor Fonseca estos señores
afirman sin empacho que la Biblia "ha declarado
como una maldición la existencia de homosexuales
y lesbianas". ¿Será bendito el que pide
maldiciones para sus congéneres porque así lo
exige la Biblia? ¿Será que no hay homosexuales y
lesbianas entre los evangélicos?

"Lo que ha hecho el señor Cabezas es legitimar la
vida del homosexual y la lesbiana, lo mismo que
la prostitución", afirman estos impolutos
"pastores" de exclusión.

El gobierno no debe escuchar el clamoreo de estos
inquisidores de doble moral. Antes bien,
estimular al Procurador que al fin fue el primero
en establecer que los anatemizados homosexuales y
lesbianas son personas como cualquier otra y que,
por esa razón fundamental, sus derechos humanos
deben ser respetados en todos los ámbitos de la
civilización moderna.

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